viernes, 17 de junio de 2011

El Dios de la cruz.




Meditaciones…

Hace unos días después de un seminario (un día completo encerrado), escuché a un buen amigo que conocí en Concepción y ahora reside en Santiago, habló de Dios en un ambiente académico duro, lo hizo con tal elocuencia que el auditorio guardó un silencio casi litúrgico, al término de jornada, no quise tomar el metro y caminé por el parque...

¡cáspita!, no tomé razón que Dios estuvo en la maternidad Doroty Rouse donde nací y acompañó a mi madre aun adolorida junto a otros hermanos y oraron por mi.

Se me había olvidado que Dios combatió con la tuberculosis que me quiso sacar de la escena como a los ocho años, me pincharon durante un año, en mis bracitos de niño porque yo no quise mostrarle el traste a la enfermera.

No recordaba que Dios hizo de costurero cuando me rompieron el corazón por primera vez como a los 16 años.

Se me fue completamente que Dios hizo las maletas conmigo y se sentó en el pasillo del bus cuando salí a conocer el mundo a lo Condorito con un bolso y una frazada de lana. No caí en cuenta que Dios merodeaba por mí buscando el momento para salirme al encuentro, hasta ahora no sabía como dice Descarte, “que el hombre tiene un vacío en su interior del porte de Dios”.

No me di cuenta que Dios estaba presente en los libros que leí en el seminario donde estudié teología por cinco años y marchó orgulloso a mi lado cuando me licencié, que los sábados y varias noches me hizo barra “te quiero ver” como dicen ahora, cuando me dio por estudiar una profesión.

Que iluso pensé que Dios siempre estaba con el ceño fruncido, listo con la vara para castigarme, pero se rió cuando me reí a carcajadas, me miró complaciente cuando fui feliz a concho.

¡Que omisión!, Creí que los libros leídos, me llegaban por mera circunstancia fortuita, pero era Dios que me dejaba un mensaje, si, cuando miro mi vida pasada nunca faltó un buen libro que me salvara, era Dios que quería charlar conmigo, como aquella vez que me sentí terriblemente inútil, El me dejó caer el libro aquel: “Sanador Herido”.

Vaya que leso he sido cuando pensé que los amigos los traía el destino, eran solo humanos, nooo!! era Dios mismo a través de ellos, que mi familia era cuestión de apellidos, nooo!!, es el regazo del niño que nunca dejaremos de ser.

Codo a codo ha sido padre conmigo, porque sabía que nada sabía, me recordó una y otra vez que los quisiera (mis hijos) como El me quería a mi, que no los cortara tan rápido porque no había visto el video completo y cuanta razón ha tenido el Señor.

Que mala memoria tengo, que en mis horas más triste pensé que estaba solo porque no vi su rastro conmigo, no recordé la verdad como dice el verso: “había sólo un par de huellas porque El me llevaba en sus brazos”.

Olvidé como un tonto que Dios se hizo débil conmigo, se hizo despreciable por mi, compartió mi vergüenza y me habla al oído, que me quiere como soy para que se espanten las culpas, bajó a los infiernos conmigo, cuando otros se apartaron raudos del charco, El se embarró completo a mi lado, cuando ya se preparaba la lápida, El volvió a soplar aliento de vida otra vez.

José Hernán.