lunes, 27 de julio de 2009

Simplemente, Eduardo Galeano.

(Para mayores de 40)


Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores.

¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables!

¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!

¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos!

¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!

¡Es más!

¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de las Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!

¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años!

Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

¡¡¡Las cosas que usábamos!!!: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.

Hasta aquí Eduardo Galeano, periodista y escritor Uruguayo.

sábado, 18 de julio de 2009

VICTIMA DEL EXITO

Meditaciones.

Nos guste o no Michael Jackson era indiscutiblemente el rey del Pop, yo me quedé con el espectacular video Thriller, cantado y bailado en alta perfección para mi gusto, y por estos días impactado por el dramatismo que canta dando cuenta del fármaco “Demerol” ¡vaya! que manera de expresar una canción, esa intensidad, mas parece un ruego doloroso de una posible adicción.

Michael vino a este mundo dotado de un talento extraordinario, para el baile, la música, la composición, talento perfeccionado por un padre exigente, dicen que le valió una dura experiencia de niñez, al decir del el mismo, la niñez fue una etapa difícil, los Jackson Five, la empresa montada por su padre que les dio duro en pos de los viles pesos.

Michael llevó su talento a niveles de perfección máxima y con ello todo lo que viene con el éxito, el dinero, el poder, y la capacidad casi infinita de tener y hacer lo que le parezca en gana, tentaciones difíciles que implican mantener la cordura, el equilibrio, balance, a lo mejor Michael se hizo intolerante al no, es posible que no se haya dado cuenta que también hay sabiduría en las frustraciones y el “fracaso”, hubo un apóstol que dijo que tenía un aguijón, un punto débil en su vida, que le recordaba su humanidad, para no creerse la muerte con todo lo que Dios le había dado.

Los mitos que rodean a estas megaestrella algunos imposibles de probar o desmentir…que esto que el otro, me da la impresión que se quedó sin familia, rodeado por personas interesadas en intereses monetarios, se desvinculo de la realidad, aun en una cultura individualista como la EE.UU. y donde los derechos civiles favorecen tal conducta, pero mejor no afirmar nada si no hay pruebas, Michael tiene derecho a un nombre.

Michael logró el sueño del pibe, contra todo se encumbró en la cima del éxito, pero no pudo vivir con eso, a lo mejor habría sobrevivido si hubiese sido un muchacho común y corriente, un cantante de fin semana, un bailarín que perdiera el paso, un compositor trivial, pero no fue así, voló al olimpo de una, llegó a la cúspide; recuerdo en nuestro medio, Martín Vargas (lo estafaron con unos camiones), Gorbachov en Rusia, (lo sacaron olímpicamente después de ser el generador del cambio mas grande en su país), el Zapatero santiaguino que quedo en la miseria después de sacarse el Kino, según estudios se dice que entre los líderes de grandes Iglesias o Iglesias emergentes hay una alta deserción, el éxito puede encandilar, lo saca de la realidad, favorece creerse el cuento, da un status para cual no se esta preparado, les otorga facultades y poderes que muchas veces no pueden ser manejados con criterio, equilibrio y caen victimas de su éxito.

José Hernán.

lunes, 6 de julio de 2009

TEOLOGIA DE LA OBESIDAD.

Y Dios pobló la tierra con espinaca, coliflor, brócoli, y todo tipo de vegetales, para que el Hombre y la Mujer pudieran alimentarse y llevar una vida sana.

Y Satanás creo a Mc Donald's. Y McDonald's creo el Big Mac.

Y Satanás dijo al Hombre: Lo quieres con Papas fritas y Coca Cola?"

Y el Hombre dijo: "Grande, por favor". Y el Hombre engordó.

Y Dios dijo: "Haya yogurt, para que la mujer conserve la silueta que he creado con la costilla del Hombre.

Y Satanás creó el chocolate. Y la Mujer engordó.

Y creo Dios las verduras en ensaladas y el aceite de oliva; y vió que estaba bien.

Y Satanás hizo el helado. Y la mujer engordó.

Y Dios dijo: "Miren que les he dado frutas en abundancia, que les servirán de alimento."

Y Satanás produjo el choripán con chimichurri casero.

Y el Hombre engordó, y su colesterol malo se fue por las nubes.

Y creó Dios los zapatos de goma y el Hombre decidió correr para perder los kilos de mas.

Y Satanás concibió la televisión con cable y agregó el control remoto para que el Hombre no tuviese que caminar para cambiar de canal, entre ESPN y Fútbol de Primera, con el sudor de su frente.

Y el Hombre aumentó de peso.

Y vio Satanás que estaba bien.

Y el Hombre llegó a tener las coronarias tapadas...

Y dijo Dios: "No es bueno que el hombre tenga un infarto." Y entonces creó el cateterismo y la cirugía cardiovascular.

Y Satanás vio la oportunidad de crear las Isapres y privatizó la salud creando clínicas privadas, el santo de los gorditos “san’guchito” , les dio su bendición…
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Un aporte NN, [no recuerdo quien me lo hizo llegar, agregué algo de mi cosecha].

viernes, 3 de julio de 2009

Mostrar la Hilacha

Una aproximación cristiana de cultura de paz a la responsabilidad civil

En medio de la atroz persecución que los cristianos acometieron contra los judíos sefaradíes y los musulmanes en el periodo de los Reyes Católicos, muchos Judíos se vieron obligados a convertirse al cristianismo para salvar sus vidas. Muchos de ellos, fieles a sus tradiciones, escondían sus vestimentas que podrían delatarlos. En particular las hilachas de sus preceptos que colgaban de sus camisas. En ciertas ocasiones estas se les salían de su pantalón y el asomo de ellas los delataba mostrando su verdadera identidad y engaño a la religión oficial o el status quo. De ahí el dicho hasta ahora de “mostrar la hilacha”
Hemos mostrado la hilacha o no queremos que otros la muestren. Una vez más sacamos mala nota en nuestra madurez civil. Lo que merecía un aplauso en el camino de hacer de nuestro país una sociedad respetuosamente plural, se ha transformado nuevamente en el desastroso intento de solicitar a los legisladores que hagan leyes que tapicen de modo legal el camino de la evangelización. De tal modo, que se imponga una moral de máximos y de cuño estrictamente cristiano por ley a todos los ciudadanos de este país. So pretensión de pensar que los valores que proclama el cristianismo son de derecho exclusivo de su interpretación moral
Nuevamente la imagen de Constantino, el Emperador de Roma que crea el imperio Bizantino, se nos viene como un mal ejemplo no aprendido ni asumido por la religión cristiana. Antes de su estratégica decisión de oficializar el cristianismo como religión del imperio se vivía en una sociedad plural, donde coexistía de modo creativo, no exento de riesgo y lleno de vida, el cristianismo militante que observaba la enseñanza de Jesús como un asunto testimonial desde la vida personal y colectiva de la comunidad de fe que prendió en el Gólgota y la tumba vacía. Se entendía, en ese entonces, la evangelización como una persuasión amorosa a partir de propio testimonio de vida de los seguidores del Nazareno. No existía entre ellos la intención de hacer del reino o el imperio de su tiempo la fotocopia del Reino de Dios. Una vez oficializado, la palabra conversión a la fe pasó a ser conveniencia, la persuasión desapareció y pasó a ser obligatoriedad. El infierno tuvo sus mejores imágenes en los desastres y horrores que el imperio arremetió contra aquellos pueblos que eran evangelizados por la vía del sometimiento armado al Imperio y su religión oficial.
Jesús, si pudiésemos entrevistarlo respecto de aquello que más le indigna nos respondería con una sola palabra: la exclusión. O, dicho de otro modo, la obligatoriedad por imposición externa, dígase leyes, de la verdad que su persona traía consigo. Frente a los religiosos de su época, quienes lo criticaban por juntarse, comer y participar de la vida de personas marginalizadas por su condición social, religiosa, étnica y moral, expone una de sus más hermosas parábolas, la mal llamada parábola de hijo prodigo. Vale la pena advertir que esta es la tercera y conclusiva parábola después de dos anteriores relacionadas con su fuerte y tajante respuesta a la murmuración contra su actitud de mezclarse con gente de segunda categoría según la moral de la religión mayoritaria.
Primero los compara con pastores que cuidan rebaños. ¡Que comparación!. Por favor, dirían ellos, presos de sus enclaves excluyentes, compáranos con otra cosa pero no con el personaje y su oficio más bajo dentro de la escala y status social de la época. Seria comparable hoy a la diferencia entre un ejecutivo gerencial y el junior ascensorista. Definitivamente no les gustó la comparación. Los preparaba para la comparación final que haría de ellos con la actitud del hermano mayor del hijo prodigo. Pero antes otro golpe a sus estructuras rígidas, otra parábola, esta vez una mujer pobre y su sensatez de buscar la moneda que había perdido. Otro golpe más a su status y prejuicios, esta vez sexistas.
Los religiosos de su época en su actitud excluyente fueron claramente reprendidos por Jesús. Es decir, con su mirada de la realidad donde solo existían sus iguales conformados desde su moral particular con pretensiones de universalización dominante fueron desestructurados por la mirada inclusiva de Jesús, quien se paraba desde el amor y no desde las leyes. Ellos, los religiosos dominantes de su época, eran miembros de la familia del Padre pero no aceptaban que se incluyera al otro, a un hermano, miembro de la misma familia, en el ceno de la comunión fraternal, cualquiera haya sido su condición previa. Como nos muestra la conducta del hermano mayor en la parábola.
De este modo podríamos advertir muchos otros pasajes de la actitud ejemplar de Jesús frente a los otros, distintos y diversos. Valga recordar aquella respuesta de Jesús para el bronce de la inclusividad. Ante el asombro de sus seguidores al advertir que había algunos, que sin seguirle a El estaban haciendo obras semejantes a sus enseñanzas, Jesús los acepta como quienes, sin ser sus seguidores hacen lo que él está proponiendo. “Si no es en contra de mi conmigo es”
Por tanto, una ley antidiscriminación vela por que los espacios públicos se conviertan en encuentros de respeto sobre la base de una moral mínima. Es decir, donde los valores universales se conjugan desde todas las opciones religiosas, no religiosas o condiciones sexuales. La ley que se está elaborando afianzó en su última expresión la centralidad del acto por sobre los dichos discriminadores. En otras palabras, podemos disentir verbalmente, persuadir desde nuestras respectivas cosmovisiones pero no acometer un acto discriminatorio que atente contra la dignidad y derechos de las personas. Una ley que nos ayudaría a hacer del Evangelio un camino de tolerancia y amor tal como lo esperaría la persona central de la fe cristiana. Donde la persuasión se ejerce desde la riqueza del testimonio de vida y el amor y no sobre la base de una imposición legal.
El Estado no está en función de legislar a partir de una determinada y particular moral. El Estado es plural y debe velar por el respeto a esa pluralidad. Bien decía Anna Harendt que el legislador debe suspender su moral. En otras palabras el parlamento no es el intérprete de lo que anhela por ley la moral mayoritaria. Si no canaliza, incluso los males desbordados dándole un cauce de control y regularización, como por ejemplo en la problemática del aborto.
De igual modo, acontecerá con la ley que legisla las uniones de hecho. ¿Por qué he de obligar a las parejas en el proceso de legislar su unión la imposición por ley de una expresión de familia de cuño y moral cristiana? ¿No es acaso mi camino persuasivo y amoroso a partir del propio testimonio?. SI se legisla en términos que aquellas uniones de hecho tengan un marco legal que protege el compromiso y los miembros de la familia que surge de esa unión, ¿por qué demandarles que acepten el código moral cristiano por ley? ¿Si comparativamente hablando tiene el mismo marco de compromiso y legalidad?
Al introducirnos en la participación civil como evangélicos una vez más hemos mostrado la hilacha o nos oponemos a quienes reprimiéndoles, las oculten. AL parecer no nos acercamos por el interés del bien común en el respeto de una sociedad plural, sino bajo en estricto interés de velar por lo que creemos se imponga por ley y no por el camino evangélico de la persuasión respetuosa y el testimonio de vida. Y Hay del que muestre la hilacha, a la cárcel con él.
Si algunos de los enlistados en la ley antidiscriminación, que han sido objeto de vejámenes por su condición, nos parecen contrarios a nuestras creencias y moral eso no justifica el rechazo de la ley. Más bien, nuestra postura a favor de ella da testimonio de un valor más cristiano que la lucha legal por nuestros intereses, el valor y respeto de todo ser humana como imagen de Dios. Creyentes o no creyentes, mujer o hombre, discapacitado o capacitado; heterosexuales u homosexuales.
Los mártires Sefaradíes sin querer y por razones de sobrevivencia, mostraban la hilacha. En nuestro caso, lamentable y contrariamente al origen discriminatorio del refrán, mostramos la hilacha constantiniana, el solapado interés por imponer el Reino de Dios por ley. Líbrenos Dios de ese infierno y libre a los no creyentes de que no se asomen sus hilachas.

Una aporte de los amigos de "CERCAPAZ".