Meditaciones.
Sandro dice: “perdón por haberla hecho canción”, (parece una experiencia de amor trágico). ¡Perdóname¡¡¡ clama Camilo Sesto. Perdón dice el educado cuando atropella involuntariamente en el metro, perdón en tono de pregunta dice el que se siente cuestionado, perdón dice el que se equivoca y quiere remediarlo. ¡Hay gueno ya, perdón! dice la mina pa’ salir del paso; ¡ya, te perdono pero cuidadito con volverlo hacer! dice el chorizo’.
Perdón dice Alejandro Filio que se conjuga como amar, y es en este conjugar en el infinitivo, que me puedo arriesgar a abandonar una carga, un peso, un cadena que me amarra cuando logro perder y donar aquello que me hace sufrir. Perdonar, perdonarme, perdonarlo, perdonarla, pedir perdón para poder continuar. Amar, amarme, amarlo, amarla… y me pregunto, como dice la canción:
“Qué pasará
después de que me mire como soy,
después de haber bajado a mi interior,
después de rescatarme del dragón
que casi terminó conmigo.”.
El Estado Vaticano y sus filiales religiosa/políticas afincadas en Chile en la “Misa por Chile Bicentenario”, pidió perdón por las acciones de religiosos que abusaron de víctimas inocentes. El clero está preocupado, van en caída libre en las encuestas de credibilidad de la gente; perdón dijeron pero al voleo, no se sabe quién es la contraparte, quienes deben recibir dicha confesión, donde están los que deben recibir el perdón. Hablar en público del perdón es hablarle al viento, depende del plumaje del cura también. Al pobre cura Tato lo cortaron en pedacitos, Karadima y su holding de contactos y lucas’ salió sin un rasguño de las terribles acusaciones por obra y gracia de un juez a chorro…
He observado que la falta de perdón es un veneno que priva de la alegría de la vida, destruye todo lo hermoso que puede haber en ella, condena a la muerte e impide resucitar. Va matando lentamente casi imperceptible como una suave bruma; seca por dentro como aquellos árboles que solo les queda la cáscara, impide pensar para escoger lo mejor, contamina los pensamientos más puros, hace menos humano en tanto no comprendes al otro y sus circunstancias.
Algunos dicen que la sabiduría bíblica habla del perdón como levantar una barrera que separa, quitar un obstáculo que impide la relación, liberar al otro de las ataduras de las culpas por lo sucedido. Dice que perdonar no es olvidar, que hay experiencias que siempre estarán presentes en la vida de alguna manera; el perdón verdadero no necesariamente es automático ya que la mayoría necesita procesar los hechos y darles su medida antes de que sea algo psicoemocional solamente. Alguien tituló el relato de aquella mujer que lloró a los pies de Jesús y le secó con sus cabellos como: El poder del perdón. Quedó tan impresionada del amor redentor de Jesús que lloró a “mares” por sentirse acogida.
José Hernán.
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