miércoles, 25 de abril de 2012

Bien por Parra.


Me acerqué de a poco a Nicanor Parra, cuando lentamente tomé conciencia que la vida es rara, caprichosa, insondable, sorpresiva, suave y violenta, hermosa y horrenda, llena de espejismos y realidades, que sabemos mucho y no sabemos nada, apenas vislumbramos algunas luces, que en vez de buscar respuestas son mejores las preguntas, que algunos se caen hacia arriba y villanos los sepultan como santos y santos son tratados como canallas, las certezas caben en una cabeza de alfiler y las dudas ni en todo el cielo,¡¡ si no fuera por el Sensei de Galilea!!, aquí va uno de mis poemas preferidos.

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario

de Hojas de parra (Santiago, Ganímedes, 1985)

Con ocasión de recibir el premio Cervantes, por estos días, lo representó su nieto, Parra se autoestrevistó y se dijo a si mismo; ¿merece Ud el premio Cervantes? (una especie del Nobel de las letras españolas), si, ¿por qué?, por un libro que estoy por escribir.

José Hernán.